Puños apretados hacia abajo, ojos cerrados con fuerza y una sonrisa que se abre entre una maraña de emociones contenidas. Entre esta retahíla de gestos se distingue un ciclista feliz, su nombre Vicente Peiró. Después de 132 kilómetros y más de tres horas de subidas y bajadas, escapadas y cambios constantes en la cabeza este joven valenciano del Bancaja-UPV se hacía con su triunfo más dulce de su carrera deportiva.
Puños apretados hacia abajo, ojos cerrados con fuerza y una sonrisa que se abre entre una maraña de emociones contenidas. Entre esta retahíla de gestos se distingue un ciclista feliz, su nombre Vicente Peiró. Después de 132 kilómetros y más de tres horas de subidas y bajadas, escapadas y cambios constantes en la cabeza este joven valenciano del Bancaja-UPV se hacía con su triunfo más dulce de su carrera deportiva.
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