Según informó una investigación del diario inglés «The Guardian», las obras de las infraestructuras que se contruyen en Qatar de cara a la Copa Mundial de la FIFA 2022 ya reúne un número de 44 obreros muertos debido a las malas condiciones con las que trabajan. Un trabajo esclavo.
Así lo dio a conocer el periódico británico mediante un informe que se basa en una documentación de la embajada nepalí en Doha, capital de Qatar. Entre el 4 de junio y el 8 de agosto de 2013 al menos 44 trabajadores murieron en las obras de los estadios.
Como detalla el informe de «The Guardian», la mitad de las muertes se deben al trabajo casi esclavo (como lo catalogó la Organización Internacional del Trabajo) que realizan los obreros en condiciones infrahumanas: altas tempretauras que rozan los 50 grados, malas condiciones de descanso en lugares antihigiénicos y casi nulo acceso a hidratarse, ya que las mismas empresas constructoras les negaban el agua, tan necesaria con semejante temperatura.
Hasta algunos aseguran que debían trabajar sin salario. «La compañía nos retuvo dos meses de salario para que no nos marcháramos», destaca un testigo anónimo al diario inglés. Y también hay quienes destacan que muchos se vieron obligados a tener que pedir limosna para comer.
Un estilo de vida habitual en Qatar que cuenta con el mayor índice de mano de obra inmigrante en relación con la población local. Y nada menos que el 90% de sus trabajadores nacieron lejos de sus fronteras, alrededor de a 1,5 millones de obreros se dedicarán en exclusiva a la construcción de toda la logística necesaria para el Mundial de Fútbol.
Todo esto lo valen 100.000 millones que invertirá la FIFA en desarrollar los estadios de nueva generación, una carretera sobre el mar y trenes de última generación. ¿Un Mundial de fútbol vale tanto? ¿Valen 44 vidas? El costo es demasiado alto, más allá de las reservas de petroleo y gas que tenga Qatar, los jeques o Alí Babá y los 40 ladrones. Y lo peor es que quedan al menos nueve años para el Mundial. Esto sucede cuando el deporte – no importa en que expresión- es esclavo de los intereses económicos y que flamea bajo la bandera del Fair Play y el «We care».
Mira el escalofríante informe de «The Guardian»