El pasado sábado se celebraba el derbi de la Comunidad Valenciana en el Estadio de la Cerámica. En lo deportivo, Sadiq igualó la contienda en el tramo final del encuentro y consiguió sacar al Valencia del descenso. Con el pitido final, la celebración se había trasladado al área de aficionados visitantes, mientras que los seguidores ‘groguets’ se habían quedado un tanto fríos.
Como un encuentro más, acabé la crónica y me dispuse a bajar hacia la sala de prensa para escuchar a ambos técnicos. De camino, comencé a pensar en qué podía escribir este lunes: el porqué el Villarreal no cierra sus encuentros en casa, el gran estado de forma de Pape Gueye, la consolidación de Pau Navarro como un jugador clave para Marcelino… Había muchas opciones, sin embargo, ninguna de ellas es el motivo por el que ahora mismo estoy dándole al teclado. En medio de las comparecencias, saltó la noticia de que dos aficionados del Villarreal habían sido apalizados a la salida del encuentro. Una noticia terrible, pero que se fue volviendo todavía más horrible conforme se conocían los detalles.
Mario y Adrián son dos aficionados con discapacidad funcional del Villarreal que, junto a otro amigo, regresaban a su casa después del encuentro. Al paso por la plaza de la Panderola, se cruzaron con un grupo de cinco encapuchados que estaban increpando a todo el que pasaba con el objetivo de buscar una mínima ‘excusa’ para montar una trifulca. Los seguidores amarillos se giraron ante los gritos y los agresores encontraron ahí la razón para abalanzarse y propinarles una paliza. Mario sufre una fractura maxilofacial completa, ha perdido varias piezas dentales y tendrá que someterse a una operación en los próximos días. Adrián sufrió un hematoma frontal que le ha provocado perder parte de la visión.
Desgarrador. Una agresión brutal que, incomprensiblemente, aún hay ciertas personas que han intentado justificar o entender. «Si vas provocando es lo que hay«, «Cuando se provoca entre cafres acaba mal«, «Alguno se pensaba que la calle es Twitter y no iba a tener consecuencias«. Todos estos son comentarios que se han producido en redes sociales a raíz de la publicación de la noticia. No solo queda aquí la cosa, sino que hay múltiples individuos que han utilizado el poder del ‘pero’. Un poder que, pese a estar señalando a los agresores, en cierta manera encuentra una razón a lo ocurrido.
No hay justificaciones que expliquen o ayuden a entender una agresión de esta índole, pero sí se pueden buscar motivos al aumento de crispación que existía en torno al derbi. Como ya comenté anteriormente con la persecución sobre Álex Baena por parte de cierto profesional, incitar al odio para provocar un linchamiento sobre una persona es algo muy grave. Durante la semana previa, hubo ciertos medios de comunicación que, viendo la oportunidad de sumar un mayor número de visualizaciones, aprovecharon para crear un caldo de cultivo que desembocó en disputas entre aficionados de ambos clubes. No todo vale, y ahora todos nos llevamos las manos a la cabeza con lo ocurrido.
Nadie, más allá de los agresores, tiene la culpa de lo ocurrido y eso tiene que quedar claro. Como también es obvio que, si a un animal le inculcas durante una semana que los niños son malos y quieren hacerle daño, posiblemente cuando se cruce con uno de ellos su respuesta sea atacar. Pienso que no hace falta explicar lo que ha sido cada uno durante el terrible hecho sucedido el pasado sábado.
El fútbol es pasión, rivalidad y emoción, pero nunca debería ser sinónimo de violencia. Si normalizamos discursos de odio o justificamos actos como este, estamos abonando el terreno para que se repitan. La responsabilidad de erradicar estas conductas es de todos: clubes, medios de comunicación y aficionados. Es hora de dejar de mirar hacia otro lado antes de que lo que «solo iba a ser un partido de fútbol» se convierta en una tragedia irreparable.