En el vestíbulo de la jornada trigésimo cuarta, el CD Castellón defiende la séptima posición. Le distancian cinco puntos del tercer clasificado. La terrible irregularidad que ha caracterizado el rendimiento de los adversarios que pululan por esa franja durante las postreras semanas dibuja una nueva variable: voltear a su oponente en el pasto verde supone acercarse extraordinariamente hacia la zona más noble.
Redacción | NOSTRESPORT.COM Si el estadio de Ipurua pudiera personificarse adquiriría la efervescencia del Dios Marte, el Dios romano de la guerra. Y su figura no entroncaría con la representación efectuada por el extraordinario pincel de Velázquez. No sería un Dios meditabundo, víctima de una cierta decrepitud y con tintes mundanos a partir de sus rasgos. Al contrario. Su imagen sería feroz y despiadada. Son los caracteres aplicados al viejo feudo de Ipurua. Cada quince días se sucede una sórdida y cruenta guerra, evidentemente en el plano deportivo, entre sus muros. Los equipos van a las trincheras y se sumergen en un submundo en busca de los puntos que solidifican la victoria. Nada cambia. El emblemático y coqueto estadio del Eibar cumple con ese tipo de condicionante. Es posible que nunca una instalación determine con tal magnitud y ascendente el juego que se plantea en su interior; en ese espacio cerrado y angosto que singulariza al coliseo eibarrés.
No es su profundidad entre los extremos marcados por las porterías, en consonancia con otros campos de la categoría, es la estrechez de banda a banda, la escasa anchura que presenta y lo convierte en un caja de cerillas, lo que determina la particularidad que le caracteriza y le dota de una peligrosidad supina. En cualquier caso, es un estadio que no anda desprovisto de cierta mística. Y en eso el Eibar es un consumado especialista. Sobre ese sustrato el CD Castellón disputa mañana desde las 18:00 horas uno de los duelos capitales del presente ejercicio. Vencer significa atar prácticamente de manera definitiva la cota de la permanencia con los sempiternos y manidos cincuenta puntos. Al calor del triunfo resulta incuestionable que la conquista del botín abriría a la entidad nuevos horizontes. Parece una cuestión matemática que debería conjugarse con el sentido que adquiere la estadística.
En el vestíbulo de la jornada trigésimo cuarta, el CD Castellón defiende la séptima posición. Le distancian cinco puntos del tercer clasificado. La terrible irregularidad que ha caracterizado el rendimiento de los adversarios que pululan por esa franja durante las postreras semanas dibuja una nueva variable: voltear a su oponente en el pasto verde supone acercarse extraordinariamente hacia la zona más noble. Es un profundo salto de longitud. No será un camino desprovisto de espinas adicionales que tendrán que contar con una resolución satisfactoria. El Eibar ha resucitado en las últimas semanas y le pisa los talones del conjunto de La Plana. Su aliento es perceptible. Está muy cercano. Por el espejo retrovisor puede observarse su aparición fruto del nuevo status que representa. El triunfo frente al Córdoba reactivó definitivamente sus constantes. Y la repetición del marcador le permitiría superar a la escuadra que prepara Pepe Murcia.
El hecho es sintomático de los tiempos recientes que dinamizan el paso del club vasco por el umbral de la categoría de Plata. Sopla una brisa edificante por la comarca del Bajo Deva, desde un prisma futbolístico. Son los condicionantes de una división que entronca con uno de los principios básicos y fundamentales de la Revolución Francesa: la igualdad. Es altamente democratizadora. Una secuencia de victorias eleva las prestaciones y la moral del bloque. La escalada es inmediata. Es el caso que compete al grupo eibarrés. No obstante, las cartas están alzadas. Y dispuestas sobre la mesa. No hay subterfugios. Ni marcar ilegibles. El CD Castellón conoce el ecosistema al que se enfrenta. El Eibar no engaña. Su filosofía está definida desde la misma noche de los tiempos. Conforma un bloque aguerrido y extraordinariamente punzante en sus manifestaciones. Cuenta con futbolistas abnegados y sacrificados que conocen el oficio y el marco en el que se alojan. Stajanovistas al servicio del balón.
Los caracteres del Eibar se fagocitan con el estadio que les sustenta. Es una máxima que impone respeto. A los jugadores albinegros les esperan infinidad de balones llovidos del cielo como las maldiciones bíblicas en forma de plagas a las que alude el Antiguo Testamento. Fútbol sin excesiva elaboración en la medular, rápido en su ejecución y con tendencia a maximizar hasta límites impensables los rechaces y las segundas jugadas. Un código pretérito, si se desea, que ofrece resultados convincentes. Ninguna escuadra de la categoría suma tantas comparecencias en Segunda como el Eibar en los últimos veinte años. Derrapó hace dos campañas, pero rectificó con prestancia y retornó a su entorno por la vía de la celeridad. Y su regreso no está siendo testimonial. En ese contexto el CD Castellón sabe cual es su rol. Es un choque para gladiadores. Concentración supina, con énfasis especial en la faceta defensiva, fútbol de pico y pala, derroche generoso del colectivo y clarividencia en las cercanías de la meta azulgrana. Únicamente si sabe adecuarse al medio podrá optar al éxito. Este domingo más que nunca.
Fuente: www.cdcastellon.com
LA PREVIA Eibar: Cuéllar; Txiki, Urzelai, Biel Medina, Raúl García; Carmelo, Lombraña, Codina, Altuna, Del Olmo; y Goiria.
Castellón: Carlos Sánchez, Rafita, Dealbert, Mora, Pedro Hernández, López Garai, Dani Pendín o Mario Rosas, Arana, Oberman, Txiki y Tabares.
Hora: 18:00 horas. Domingo 20 de abril.
Estadio: Ipurua Árbitro: Alfonso Suárez (Comité Las Palmas)