Llegaron por fin las más que deseadas fiestas navideñas. Tiempos de unión familiar a los que acompaña la conclusión de un nuevo año. Otro más, el último de la década. Y como con todo en esta vida, es ahora cuando toca hacer balance. Ahora bien, qué difícil es resumir todo lo vivido a lo largo de 365 días, sobretodo si nos ponemos en la piel del aficionado granota.
Porque sí, el 2019 ha supuesto una auténtica montaña rusa para el Levante UD. Tanto en emociones y resultados como en el ámbito institucional, el paso de las semanas reflejaba el constante cambio de la felicidad a la agonía, de la frustración al optimismo… todo ello siempre con el pensamiento intacto de poder lograr los objetivos. Fue duro, finalmente lo consiguieron, aunque siempre queda esa espinita clavada que cuando toca reflexionar en frío no se queda de lado: ¿era necesario sufrir tanto?
Tras marchar al parón invernal con 22 puntos y la sensación de aspirar por fin a cosas mayores, Enero estuvo, como toda la temporada en general, marcado por los altibajos. Pinchazo en casa frente al Girona, derrota en el Wanda con aquellas polémicas manos de Vukcevic y victoria 2-0 ante el Valladolid. Todo bien (si no bien, previsible) hasta que se consumó la manita en el Sánchez-Pizjuán. Un 5-0 desmoralizador que, además de costarle el puesto al hasta ese entonces indiscutible Oier Olazábal, se sumó a la eliminación copera en octavos y daría paso a una de las mayores rachas negativas que se recuerdan en Orriols.
Las mala fortuna aparecía de manera rutinaria. Por si no hubo suficiente jaleo con el ‘Caso Chumi’ y la ‘traición’ de Jason Remeseiro al firmar gratis por el eterno rival tras rechazar cualquier posible renovación contractual, de pronto tuvo lugar el ‘Caso Toño’, más polémico todavía. El lateral ingresó en prisión por un supuesto delito de extorsión y amenazas y la noticia cayó como una bomba en el vestuario. Caras largas, derrota por 2-0 contra el Alavés y aunque el equipo parecía coger oxígeno con los tres puntos de oro con los que volvió de Balaídos, faltaba por llegar el lío con el arbitraje.
En la memoria de todo el levantinismo queda marcado ese dolorosísimo 1-2 vs Real Madrid con Iglesias Villanueva como protagonista absoluto. Una ‘patada’ de Cheick Doukouré sobre Casemiro que Carvajal escuchó desde 25 metros y que supuso el penalti con el que los blancos sellaron el triunfo. El VAR no quiso saber nada, al igual que tampoco intervendría en el tanto anulado a Coke en Butarque que servía para rascar un puntito por una muy dudosa falta en ataque a Cuéllar, ni en el milimétrico fuera de juego posicional del partido ante el Villarreal… todo pasaba ya de castaño a oscuro.
¿Existía algún tipo de conspiración contra el Levante? probablemente no, y de ello se hacía eco tanto técnico como presidente, pero la realidad era que la moral estaba por los suelos y las únicas quejas llegaban desde la grada. La continuidad de Paco López, en entredicho. Los jugadores, señalados, sobretodo en la parcela defensiva. Hay veces que para reaccionar es necesario verse al borde del precipicio y eso pasó. Después la derrota por 3-2 frente al Athletic, Quico Catalán por fin dio la cara y arremetió contra los constantes errores arbitrales que perjudicaban a la plantilla. Unas palabras que fueron celebradas casi como un título. Se acabó la desidia, la dejadez, el pesimismo… momento de dar un golpe sobre la mesa y mostrar carácter. Aquello significó el principio del fin. No en cuanto a la mala racha de resultados, pues las victorias seguían sin llegar y el equipo coqueteó durante mucho tiempo con la zona de descenso, sino en la forma de leer la situación.
A falta de cinco fechas para el final de la competición, el 4-0 en casa a costa del Betis cambió por completo la dinámica y las aguas volvieron a su cauce. Tropiezo en el Camp Nou, goleada al Rayo Vallecano, remontada en Girona y el Levante, tras tanto sufrimiento, salvado. Pocos aficionados hubiesen firmado el sellar la permanencia en la jornada 37, pues había plantel para lograrlo mucho antes y la exigencia siempre fue alta. Pero ya daba igual. Ese centro mágico de Pedro López a Morales y el zurdazo de Bardhi casi en el descuento convirtieron el 12 de mayo de 2019 en una auténtica fiesta teñida de blaugrana con la que se daba por finalizada la temporada. Tocaba ahora mirar hacia delante.
El objetivo para el nuevo curso era, de nuevo, seguir un año más en Primera División, aunque evitando finales agónicos. Llegar con los deberes hechos a las últimas semanas, y para ello se requerían dos cosas: mantener la columna vertebral de la plantilla y fichar gente que pudiese hacerles competencia. Mucho ruido hizo la posible venta de Campaña al Sevilla, pero el andaluz no hizo las maletas como tampoco lo harían Morales, Bardhi, Rochina o Roger. En paralelo la ilusión se disparaba con el regreso de Mayoral cedido y Vezo en propiedad, trascendental en la media temporada que pasó en Orriols. Sumados al resto de refuerzos de nivel (Radoja, Melero, Clerc y cía), el Levante cerró el mercado estival con hasta diez incorporaciones que vaticinaban éxitos mayores.
Y aunque la cosa comenzó un tanto irregular, con rachas de diversos pinchazos seguidos y sin terminar de cerrar los partidos ni como local ni como visitante, Paco López dio con la tecla en el momento más oportuno para ganar tanto en Anoeta como al todopoderoso Barça. Por supuesto que posteriormente se han perdido enfrentamientos, algunos tan dolorosos como el 4-0 en Getafe o el 2-4 en el derbi valenciano, pero la calidad de los jugadores hace que el equipo no abandone la comodidad de la media tabla. Aitor Fernández es, para muchos, el mejor portero de lo que llevamos de liga. Campaña también ha firmado un año sobresaliente y se ha convertido en un auténtico líder. Roger, con ocho goles en 18 encuentros, a lo suyo…
‘La Resistencia’ es más resistente que nunca, y los 110 años que cumple la entidad van acompañados de ganas por hacer historia. Con 26 puntos (a cuatro de plazas europeas y doce por encima del decimoctavo clasificado), el club empezará el 2020 registrando sus mejores números desde la gloriosa etapa del ‘Eurolevante‘. Qué mejor momento para ilusionarse, granotas.