La UEFA sigue en sus trece y anquilosada en la era cretácica superior.
El máximo organismo europeo no ha aceptado lo que cualquier persona ha visto tranquilamente en su casa, degustando un simple partido de fútbol: el portero luso Beto (desde ese mismo momento nominado como uno de los mejores actores de la cinematografía lusitana) golpea a Alcácer y al delantero valenciano se le castiga de modo y manera injusta con una tarjeta amarilla, que acarrea suspensión para la vuelta contra el Sevilla. Además el primer gol de los hispalenses fue un escándalo tremendo, en un doble fuera de juego kilométrico de los jugadores sevillistas.
La Unión Europea de Asociaciones de Fútbol sigue anquilosada en el Siglo XIX, en los albores del nacimiento del balompié en Inglaterra, y va contra el sentido común, los nuevos tiempos y la tecnología. Si en deportes como el tenis, rugby, baloncesto… se aplican las nuevas tecnologías y los avances de la modernidad (‘ojo de halcón’ en el tenis, entrada de médico por su cuenta en el rugby y uso de la tecnología para solventar jugadas dudosas, ‘instant replay’ en el basket para canastas en el último segundo…) en el fútbol se va a ritmo de tortuga. Y no vale lo de la tradición, porque el rugby es más tradicional todavía. La incorporación del factor humano, el azar, el fallo o decisión sin ayudas del de negro sólo sirve para crear una falsa sensación de imprevisibilidad.
Doble rasero
El uso del 5º y 6º árbitro o ‘árbitro de gol’ para delimitar los tantos fantasma, como el balón con chip incorporado para comprobar si ha pasado la línea de meta, el spray para señalizar las barreras… son ayudas importantes, pero hay que meter al fútbol en el Siglo XXI ya. Esto ya no es un deporte amateur y romántico como en el Siglo XIX. Hay mucho dinero en juego para los equipos, jugadores, entrenadores, además de la pasión de los hinchas y esto no se puede solventar por el albur del acierto o error de una persona, que tiene que decidir en décimas de segundo. O por lo menos lo que se pueda reparar, se repara. Además una injusticia que ven millones de personas no es una ventaja para nadie, ni siquiera para el equipo beneficiado, que en el momento consigue un objetivo, pero queda una mácula en el futuro para sus logros (véase el caso de Ovrebo con el Barcelona en Stamford Bridge, o el agarrón tremendo a Zigic cuando jugaba en el Valencia contra el Atlético de Madrid en la Copa de la UEFA, o caso de los desfalcos sufridos en los Mundiales (España-Corea 2002, ejemplo palmario).
Es obvio que desde el punto de vista de defensa del árbitro, la UEFA sí que actúa bien y de buena fe, porque evita una pérdida de autoridad real del colegiado en un partido. Imaginemos que el cuarto árbitro ve una jugada repetida en un monitor habilitado para tal efecto y modifica la decisión del trencilla. Se produce un acierto y rectificación, pero también una pérdida de la autoridad real del que tiene que impartir justicia en el resto del encuentro, y si ya de por sí los jugadores no ayudan, si encima hay una minusvaloración de la figura que es la máxima sobre el césped…
Errores de bulto
Además la expulsión de Zinedine Zidane en la final del Campeonato del Mundo de 2006 en Alemania, entre Italia y Francia, tuvo una intervención externa por los videomarcadores que modificó lo que no había visto el árbitro y el genio francés fue expulsado, con lo cual no pudo lanzar un penalti en la tanda final y pudo modificarse el desenlace, que podría haber sido muy distinto. Fue un hecho justo y bien resuelto (tarjeta roja), pero con fallo en el procedimiento, actuando de una manera incorrecta la figura del cuarto árbitro.
Dilema para el futuro del fútbol: Actualizarse y modernizarse o ponerse ‘rojos’ cada vez que ocurren casos como el de Paco Alcácer o M’Bia.