Si la cultura del esfuerzo tuviera nombre propio sería, sin duda, el de Serhiy Lishchuk.
El ucraniano lleva en las filas valencianas desde 2009, sólo Rafa Martínez de la actual plantilla del Valencia Basket le supera. Una fidelidad que les ha conducido a la capitanía del equipo.
Cuatro temporadas le han bastado al grandullón para convertirse en todo un emblema para el club. Un referente en el que deberían fijarse las generaciones futuras, pues representa los valores con los que todo técnico sueña en un jugador: la constancia, la entregada, el sacrificio, la lucha y el trabajo.
Un fijo en los quintetos iniciales de Perasovic, con un promedio de 10,5 puntos en lo que va de liga regular. Sus 2,10m de estatura abanderan con creces la filosofía del técnico croata “defender, defender y defender”. La faceta del juego menos lucida pero desde la cual, jornada tras jornada Lishchuk se catapulta al éxito.
No es Usain Bolt, pero su reacción está automatizado: pelota perdida, baja la cabeza y echa a correr. Suyos son los surcos que hay del triple a la zona, de sus carreras por saltar al flash en los bloqueos y recuperar rápido su defensa. La suya, la del otro y la de cualquiera de su equipo. Un hombre fundamental en la pista, necesario para sus compañeros y una “mosca cojonera” para los rivales pues no descansa en defensa, se vacía.
Quizás Lishchuk no aterrizó en el club valenciano como jugador franquicia, pero paso a paso, aunque en su caso, más bien zancada a zancada se ha convertido en uno de los pilares sobre los que se alza el equipo. Es cierto que no es el mejor “bailarín” en la pintura, en comparación con otros jugadores posee un movimiento de pies más limitado. Pero a diferencia del resto explota sus cuatro recursos como nadie. Conoce a la perfección lo que puede y no puede hacer, sin generarse mayor presión. Y a partir de ahí, hace de su baloncesto un juego sencillo pero efectivo; su mayor virtud.
Su inteligencia es su arma más letal. Su “lentitud” bajo los aros: pura eficacia. Su presencia en el campo: un seguro de vida. En definitiva, toda una garantía. Está claro, en pista “Lishchuk y 4 más”.
UN EQUIPO IDEAL: Lishchuk y once como él.