Ya había ganas de que acabara la liga. Los tres pitidos de Fernández Borbalán que certificaban ante el Villarreal el final de una temporada horrible, aliviaron a más de un seguidor que domingo tras domingo ha sufrido las vicisitudes de un equipo que por momentos parecía en caída libre y sin frenos. Los nuevos arquitectos están al frente de una obra que ya tiene capataz y que juntos tienen que volver a armar un conjunto que devuelva al escudo dónde se merece.
Estamos en el mismo punto que el pasado año pero con matices y protagonistas diferentes. Veamos, un Valencia que se despedía con derrota ante la Real Sociedad en los últimos minutos. Lo que debía ser un proyecto nuevo nació malparido, es normal. Si la toda la dirección deportiva depende de la decisión de un hombre, -o de caprichos del dueño- lo más seguro es que salga mal. Y así fue. García Pitarch vio como su apuesta por Ayestarán se iba cuatro partidos después de sumar 0 puntos de los 12 posibles. En defensa del bueno de Pako, la plantilla confeccionada por Suso García Pitarch aka Mendes… Los obreros estaban cualificados, siempre y cuando el capataz supiera ponerles en su posición y no hacer inventos. En fin, Voro en cinco partidos sacó los primeros nueve puntos antes de la llegada de Cesare Prandelli.
Algunos informantes, alabamos la elección del italiano por su experiencia, su calidad y su carácter. Y vaya, tanto carácter que el que se fue «fuori» fue él. La arenga pública a los jugadores no fue más que contraproducente. Ocho partidos después, incluyendo dos de Copa es lo que duró el veterano técnico en el banquillo. Las promesas de Lim y Pitarch incumplidas, un polvorín como vestuario y una trayectoria liguera colindante con el descenso propició que Prandelli pasara el año nuevo en Italia. Y a esto se sumó salida de Jesús García Pitarch, apenas un año después de su contratación.
De nuevo, el interino Voro tomó las riendas del equipo. La tranquilidad y la normalidad fueron sus pautas y todo volvió a su cauce. Jugadores que parecían desahuciados, ahora cumplían mínimamente. Gracias Voro, por descubrir a Carlos Soler. Un jugador de la cantera, valencianista y valenciano que con su corta edad se echó el equipo a sus espaldas y devolvió al menos un motivo para volver a Mestalla que se vaciaba a capazos. De tener su contrato en el cajón y medio olvidado a tener una cláusula prohibitiva de 80 millones de euros. Sin duda, la mejor noticia de la temporada.
Quizá el mejor momento de la temporada se vivió con aquella victoria ante el Real Madrid en Mestalla. Un miércoles extraño, en el que el Valencia devolvió un pedacito de todo lo bueno que Mestalla le estaba dando. Los dos fichajes de invierno «mojaron» en los primeros diez minutos. Y la afición. Lo que ha tenido que soportar.
Los desmanes de los jugadores también contribuyeron a la desazón del hinchada valencianista. Dani Parejo, pillado con alguna copa de más y menospreciando a Prandelli. Al menos el de Coslada ha sido uno de los mejores en el césped. Joao Cancelo mandando callar al público al mismo tiempo que Diego Alves se deshacía en «elogios» hacia el respetable. El mismo Alves también protagonizó una foto en la que aparecía con Enzo Pérez con el gesto inequívoco de hacer callar a los críticos. Como si estuvieran en posición de poder hacerlo. El guardameta brasileño está con la cruz sobre su cabeza y se le buscará salida. Ni los penaltis ya le pueden salvar. Y más de lo mismo con el internacional argentino. Solo Marcelino puede evitar que continúen.
Dos años y medio en que las cosas se han hecho rematadamente mal. Sin rumbo fijo, la llegada de Murthy, otro amigo de Lim, dio algo de cordura. Con total implicación, se apresuró en aprender castellano y en entender lo que demandaba la masa valencianista. En poco más de 8 meses ha sabido cual era el problema estructural del club. La cadena de mando. La retirada prematura de Hoon le dio plenos poderes. La contratación de personas con bagaje futbolístico y con experiencia contrastada en la gestión de clubes invita al optimismo. Además de otorgar cierto sentido al proyecto de Meriton -y del Valencia- abocado al fracaso.
A priori, Anil Murthy, Mateu Alemany y Alesanco, cada uno dentro de sus funciones específicas, trabajan desde el despacho para darle alas a este nuevo Valencia. Marcelino García Toral es el nuevo capataz de esta obra, el encargado de devolver la ilusión, el sentimiento y la exigencia a una afición maltratada y casi humillada en los últimos dos años. Se espera del asturiano un técnico con personalidad, carácter que dote al equipo de un fuerte cariz defensivo y que consiga resultados desde ya. Contando los días para volver a ver el nuevo Valencia.