El Villarreal sacó un empate del Arena de Mönchengladbach gracias a la aparición estelar de Uche. El nigeriano salió al terreno de juego mediada la segunda mitad, se colocó en su posición, recibió un gran pase de Trigueros, la tocó, marcó, se lesionó y se tuvo que retirar.
Esos 20 segundos de acción brindaron un punto valioso al Villarreal en su estreno en la fase de grupos de la Europa League. Un pildorazo efectivo.
El submarino amarillo necesitaba una reacción así. Lo que hizo Uche fue extraordinario, rara vez se comprueba tan literalmente la definición de «revulsivo». Pero es que era lo que precisaba un Villarreal apagado, sin capacidad de desplegar un fútbol cómodo sobre la lluvia intensa de Alemania. El control era local y la victoria, hasta ese clave minuto 66, parecía que también lo iba a ser. Marcelino tuvo los mismos problemas que contra el Barcelona y en Granada. Tampoco se ganó en el Arena de Monchengladbach, pero el empate supo bien.
La Europa League recibió al Villarreal con el aviso de que la competición europea requiere siempre seriedad. La buena noticia es que los castellonenses salvaron el escollo más difícil. Comenzar fuera y contra el rival más fuerte era mucho más que una piedra de toque. Le costó al submarino sumergirse en el partido. El mecanismo estaba oxidado, quizá, después de dos años sin oír la música elegante de Europa. El Gladbach, con un estadio entregado a la causa, impresionada para ser un «simple» choque de primera fase. Los de Lucien Favre estaban arropados y salieron a por la victoria.
Después de una buena primera hora de baile, llegó la ocasión en la que Asenjo cedió. La defensa amarilla, mareada durante el primer tiempo, quedó sobrepasada. Herrmann, en segunda oportunidad, en la frontal y casi a placer, fusiló. Era un uno a cero merecido, aunque llegara precedido por la mejor ocasión amarilla de las botas de Cheryshev. Sommer la evitó, inició el ataque y así llegó el avance alemán.
Segunda parte de locura
El descanso no dictó doble ventaja porque la suerte no lo quiso. Hubo hasta dos oportunidades claras más para el conjunto germano. Pero el Villarreal llegó vivo al intervalo y eso le dio fuerzas para una segunda parte bien diferente. Con iniciativa, algo que no se veía desde el choque ante el Astaná, el Villarreal creó ocasiones y mantuvo más veces el balón pasando la línea de medio del campo. Era una de aquellas situaciones en las que la primera parte era para unos y la segunda para los otros, si bien es cierto que el Gladbach respondía en algunos contraataques, la mayoría buscando -y bien- la espalda de los centrales con pases desde la propia defensa.
Fue ahí cuando llegó la ya famosa, para los libros de estadística como mínimo, contribución de Uche. El empate más extraño jamás visto otorgaba al encuentro una cara distinta. El Villarreal luchó, el Borussia también. El desgaste, bajo la lluvia, fue desmesurado. Llegado el minuto ochenta muchos ya no podían con su alma. Los de Marcelino, con una colocación en el campo totalmente de circunstancias -Cani como delantero centro, entre otras rarezas-, se conformaban con el empate y a punto estuvieron de perderlo.
El colegiado eslovaco Kruzliak se hizo un lío con su asistente y lo solucionó a la virulé. El brazo de Moi Gómez tropezó, de manera literal, con la pelota, en un intento fallido de control. Todo esto dentro del área. El línea levantó el banderín como un resorte, la jugada seguía pero el árbitro se dirigió al punto de penalti y asintiendo. Todo esto con su silbato en la boca y el estadio celebrando una pena máxima en el último minuto. Pero el silbato nunca emitió sonido. Kruzliak cambió de decisión y el juego continuó, entre aspavientos de jugadores locales y una contra amarilla que pudo acabar en ocasión clara. Final surrealista para partido surrealista. Lo mejor, que el Villarreal mostró oficio de equipo serio ante rival duro y ahora el resto del camino será menos empinado, se supone. Pero en Europa nunca se sabe.