Sin haberse completado más que media docena de jornadas, el Valencia va a contar con tres entrenadores ya sentados en su banquillo. Tras la salida de Pako, los dos próximos encuentros, que en principio son los que estará Voro, marcan el paso a un tercer técnico para el Valencia.
El preparador vasco no debió comenzar el nuevo curso tras los pésimos resultados con los que concluyó el año pasado el Valencia, pero el encuentro en el Nou Camp, es el verdadero baremo, junto con los choques contra el Real Madrid, para los mandatarios ché. Y es que es uno de los principales problemas del Valencia en los últimos años y marca la deriva del proyecto: No se tiene claro cual es el objetivo que tiene el Valencia, ni su posición real ni a lo que aspira; se ha ido confundiendo el lugar que le corresponde en el fútbol español y europeo, su historia y sus aspiraciones y se han olvidado cuáles eran sus rivales potenciales y no los creados por ínfulas desorbitadas. Se ha apuntado demasiado alto y luego, ante los hechos consumados, se ha rebajado el listón, en muchos sentidos hasta llegar a la mediocridad imperante en la actualidad.
A principios de este siglo, y aprovechando el mal momento que vivía el Barcelona, el Valencia supo conjugar con sus armas un bloque extraordinario, que no solamente tuteó al Madrid de los Galácticos, sino que le ganaba y le quitaba títulos. Este codo a codo de un Valencia, que era el mejor de su gran historia, contra un cuadro merengue que representaba el glamour, pero que se apocaba contra ese gran cuadro valencianista, fue espectacular.
Pero con el pasar de los años, los sueños de grandeza, los proyectos megalómanos (fuera de la cordura normal) y la dimensión real del club y a dónde podía llegar realmente, ha terminado desembocando en la nada, donde habita en la actualidad.
Las causas se solapan con otras de otros ámbitos, pero todo este proceso largo ha terminado por hacer que la desilusión se apodere del ambiente. Y claro eso provoca irse al otro extremo por reacción, como cuando se ha fichado a los dos centrales de campanillas este verano, que desató una euforia difícil de entender y que antes sólo se hubiera llevado a cabo con un fichaje de un delantero o mediapunta, como fue en su día Romario, o Aimar, o un crack de ese estilo, y no por el refuerzo, necesario a todas luces eso no se discute, de la zaga, pero que entraba más en la parcela de los técnicos que no en cuanto a la faceta de los seguidores.
Ahora lo más perentorio es recuperar el camino y marcarse una ruta factible para el futuro, para determinar hacia dónde se va y con qué recursos. Que no es poca cosa.