Una temporada a la deriva. Así se puede definir lo acontecido en el Levante UD desde que se inició la confección de la plantilla de la temporada 2015-16. La estrategia de hacer un equipo con opción de gastar más dinero en el mercado invernal se ha demostrado errónea.
Los 1’8 de Dey más el millón de Trujillo, para otros conjuntos puede ser poco gasto, pero para un club como el granota era un estipendio considerable, por lo que tampoco se puede aferrar la defensa de lo hecho a que era poco dinero. Lo que se tenía que haber hecho era fichar más. Y a continuación en la ventana invernal, los 3’2 por Cuero y la llegada de los Medjani, Verdú, Orban, Rossi, provocó un efecto que se diluyó rápidamente en el tiempo.
La planificación ha sido muy mala porque era una campaña en la que era vital continuar en Primera División, por la entrada de las cifras del nuevo contrato televisivo, y por el realce que se podía conseguir para las próximas campañas para asentarse definitivamente en la máxima categoría.
Temas como el de Ghilas, que no ha sido el goleador esperado, el affaire Trujillo en Éibar, los asuntos de después del día del Betis, con tres jugadores importantes en la alineación habitual de Rubi, el cambio de entrenador una campaña más… no ha ayudado.
Fallo garrafal
Era una temporada en la que no entraba en ninguna posibilidad el descenso, porque era un año bisagra, importantísimo para el futuro. En caso de bajar, las cifras entre el ‘Fondo de Compensación’, que depende del número de años en Primera, puestos en la tabla conseguidos… y la TV, estaría rondando los 20-21 millones de euros, lo cual permite que no haya un descalabro económico pero pone en alerta amarilla la gestión a largo plazo si no se sube nuevamente en un tiempo prudencial. En Primera hubieran sido, sólo de TV, casi 40…
Este verano va a ser movido en la parcela deportiva y será clave la confección de una plantilla, si se desciende, idónea y ad hoc para la categoría de Plata. La Segunda División tiene su intríngulis e idiosincrasia propia. Hay que saber jugar los partidos y las diferencias entre los clubes son mínimas, a la hora de echar a rodar el esférico. Es eterna, con 42 jornadas, y además la fase de ascenso entre el tercero al sexto, con sus peculiaridades además, prolonga todavía más el suplicio.
Por todo ello, era un mal año para descender, aunque siempre lo es, obviamente. Quedan tres jornadas y mientras hay vida hay esperanza.