No basta con tener al mejor para ser campeón. El fútbol es un deporte que se juega en equipo y una vez más, y por tercera vez consecutiva, Argentina no lo fue. Una vez más. Peor aún, no fue el equipo que Messi necesitaba, sobre todo en ofensiva.
No es lo mismo ser un puñado de los mejores jugadores del mundo que ser un equipo. Eso está claro. Chile fue un equipo, en 2015 y en 2016, por eso es bicampeón de América. Argentina, que aún con muchas de sus figuras no logra ser un equipo.
Errores del pasado
Una vez más, Martino volvió a dejar sólo a su as de espadas y no sólo eso: una vez más los cuatro fantásticos estuvieron muy por debajo que su máxima figura. Una vez más Di María, Higuaín y Aguero no estuvieron a la altura para ser los ‘side-kicks’ que Messi necesitaba.
El ariete del Napoles parece no poseer la templanza para definir goles determinantes en finales de tal magnitud. Lleva tres goles claves que malogró en las tres finales. Di María parece lesionarse cada vez que el equipo necesita de él, compulsivamente. Y Aguero cada día está más lejos de su mejor versión que vimos en el Atlético o en sus primero años en Manchester.
Pero el gran responsable de que el mejor del mundo no sea determinante en las dos últimas finales es Martino. El ‘Tata’ asumió como técnico con la final ante Alemania a cuestas como el último partido de la era Sabella, donde Messi jugó casi sin socios: Con un Higuaín poco preciso y sin Di María y el ‘Kun’ que dispuso de pocos pero ineficientes minutos.
Con un equipo en plena formación y una idea cocinándose en el horno, llegó a la final de Chile 2015 para enfrentar al organizador. La ‘Roja’ de Sampaoli anuló bien al 10 argentino y sus compañeros tardaron en aparecer. El ex Real Madrid, lesionado, se retiró a los pocos minutos. Aguero, intrascendente. E Higuaín, que ingresó en la segunda parte malogró otra definición.
Sin embargo fue Martino quien no supo ver que en su propio tablero su Rey estaba en jaque permanente. Y no realizó ningún enroque y ningún cambio para ayudarle. El resultado ya es conocido, empate a cero y derrota en los penaltis.
Un año después, con una idea consolidada Argentina también llegaba a la final de Estados Unidos con un antecedente: Había derrotado a Chile en su estreno por 2-1 y sin Messi. En la rueda de prensa previa a la final, Martino declaraba que «las formas no eran importantes» y que había que ganar o ganar. Un vaticionio de lo que se avecinaba, fue sorprendente lo rápido que el ex técnico del Barcelona traicionó su idea. Jaque.
Inexplicablemente, Martino cometió los mismos errores que hace un año y contra el mismo rival. Los primeros minutos fueron de dominio argentino y con ventaja con la expulsión de Díaz, pero en una irresponsabilidad de Marcos Rojo, las cosas quedaron como al principio. Jaque.
Soldados caídos
Si algo había aprendido Martino, era que con un buen cento del campo podría liberar a Messi de la creación y dejarlo que explote en los últimos metros, como lo venía haciendo los partidos anteriores donde mostró su mejor versión.
No obstante, y con la expulsión de su lateral izquierdo, rearmó el equipo y cometió el mayor pecado: Volver a dejar solo a Messi. Corrió a Funes Mori como lateral y retrasó a Mascherano como central, dejando solo el Mediocampo con Banega, Biglia y Di María.
Pero existe un detalle importante y es que ni Di María ni Biglia estaban en condiciones para jugar la final. El jugador de la Lazio arribó a Norteamérica lesionado y el cuerpo técnico apostó por su recuperación, y por más milagrosa que fuera, los minutos jugados no le bastaron para estar a la altura de una final.
Di María había tenido un desgarro ante Panamá y no llegó a concretar los 21 días que se le requiere para mejorarse de dicha lesión. Aún así, (y con una molestia muscular en los días previos) aún así el ‘Tata’ lo incluyó en el once inicial. Ambos jugadores, ausentes en un partido donde requerían su presencia. Más aún en un mediocampo que se reacomodó después de la expulsión de Rojo. Así, dejó que su Rey estuviera desprotegido y sin socios. Jaque.
El Rey, en soledad
Vale aclarar que aún en la soledad (como lo muestra la foto) Messi se las arregló para ser peligroso. Una y otra vez, pero en la desolación del pizarrón táctico, los esfuezos casi en vano fueron agotándolo. No fue suficiente el bajo nivel de Aguero que ingresó para ayudarlo. Ni el tardío cambio de Lamela para tratar de ser explosivo en los últimos metros. Jaque.
El mismo resultado que hace un año. Chile se había propuesto legar a los penaltis de nuevo y lo logró, adaptándose mucho mejor que su rival a su ausencia un jugador y cabe destacar que entendió siempre a lo que jugaba, algo que Argentina (ni su técnico) entendió durante casi los 90´que faltaban. Y como corolario, tomó la pésima decisión de enviar a Biglia a patear en la tanda de los penaltis, un jugador mermado física y mentalmente. El resto es historia conocida. Jaque Mate.
El mundo deportivo habla de la renuncia de Messi en la selección, quizá, la decisión de alguien harto de sentirse solo en la lucha por lograr un título y cansado de muchas críticas injustas en su país de nacimiento., donde es el único lugar del mundo en donde todavía hay una mínima parte que lo cuestiona. A pesar de contar con cataratas de apoyo, Messi continúa en silencio. Y el máximo responsable de la tercer final perdida en tres años hizo más silencio que la autocrística que se esperaba de su boca. La terquedad es indicio de necedad, y alguien que carece de sensatez (sobre todo durante los 90′ de un partido), no parece estar a la altura para dirigir a una selección que necesita ser inteligente y templada para ganar, de una vez por todas, una final. Aún teniendo al mejor jugador del mundo. Jaque Mate.