El año futbolístico ha sido pésimo para la parroquia levantinista y concluye con el descenso a la Categoría de Plata del fútbol español.
La trilogía contra Real Betis, Granada y Málaga en el Ciutat hundió mucha parte de las aspiraciones para llegar al tramo decisivo de la segunda vuelta con un mejor ánimo y con unos aires renovados. Aunque las derrotas en el Benito Villamarín, Granada y el empate en el descuento contra el Athletic de Bilbao en Orriols sepultó el futuro en Primera División de la entidad recientemente.
Los fichajes también han sido un tema recurrente. Las incorporaciones en el verano se demostraron insuficientes, por la política de reservar opciones para la ventana invernal para que el conjunto pudiera tener una inercia renovada en la segunda vuelta. Orban ha tenido una incidencia insustancial, Cuero en ningún momento ha tenido continuidad, Rossi carecía de físico, Medjani sí que ha terminado por adaptarse y a Verdú le faltaba también un rendimiento más prolongado en el tiempo.
El cambio de entrenador, que en los últimos años no se había recurrido tanto a ello, empezó a ser habitual en las campañas recientes, empezando por ello una práctica nada positiva. Rubi tampoco ha conseguido dar con la tecla y no se ha conseguido una regularidad en la suma de los puntos. Lucas Alcaraz inició la andadura de la 2015-16 hasta el choque contra la Real Sociedad.
El entrenador catalán tampoco ha sabido adaptarse al estilo que podría dar más réditos a la manera más tradicional de jugar del equipo. Los bandazos en la elección del tipo de técnico o la filosofía futbolística que defiende el entrenador de turno tampoco ha ayudado.
Los árbitros han sido muy perjudiciales, desde el primer día, con el Celta de Vigo hasta el último con el Málaga. Nada nuevo en la historia de este club y la falta de respeto de los trencillas por la entidad de siempre. Un desastre el nivel arbitral.